SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

El movimiento obrero no es una revuelta cualquiera: es una manera de pensar la realidad.-

 

Hay en el corazón de estas experiencias del movimiento obrero una serie de cuestiones que no debían morir con el final de la experiencia. Cuestiones éstas que tienen que ver con la intervención de los propios obreros en estas aventuras.

El obrero no es un trabajador como cualquier trabajador en general. El trabajador en general no existe. El trabajo en general no existe. El trabajo en general, es un concepto, no una realidad.

En la realidad, el trabajo es una actividad que se realiza en el seno de unas condiciones concretas.

Como vimos más atrás, hay un tipo de trabajo cuya finalidad es el consumo del producto obtenido por el propio trabajador o por él y su familia. Cuando los grupos humanos utilizan con carácter general este tipo de trabajo, el trabajador es el protagonista completo de su trabajo y de su vida. Así han vivido las tribus antiguas y así viven las tribus actuales (en la Amazonia, por ejemplo).

Cuando este tipo de trabajo se perfecciona, aparece el intercambio. Especialmente, cuando además de la caza como forma de aprovisionarse de carne y sangre de animales, se comienza a criar a los animales para luego matarlos y consumirlos; o cuando, en lugar de recoger los frutos silvestres, se empieza a cultivarlos para su consumo; es decir, cuando aparecen lo que llamamos la agricultura y la ganadería, la mayor productividad del trabajo permite no consumir todo el producto obtenido, se puede dedicar una parte de él a intercambiarlo por otros productos de los que no se dispone (sal, para conservar los alimentos, especias para condimentarlos, herramientas para trabajar mejor- para aumentar la productividad -).

El mercado, como vimos, no hace cambiar las condiciones del trabajo, lo que sí hace es facilitar su especialización, cada uno se dedicará a lo que mejor produce y todos salen ganando.

Este cambio técnico, la agricultura y la ganadería, hace posible lo que hasta entonces no tenían ningún sentido: someter a los trabajadores al sistema de trabajo por cuenta ajena.

Y aquí aparece la distinción más importante entre los distintos tipos de trabajo: por cuenta ajena y por cuenta propia.

Los trabajos por cuenta propia van, desde el técnicamente más primitivo, hasta el que se realiza con las técnicas más modernas. Todo el secreto consiste en que el trabajador (individual o en grupo) controle su trabajo y el producto que con él se obtiene.

El trabajo por cuenta ajena, igualmente comprende desde el más rudimentario, al realizado en las condiciones que permitan los mayores adelantos técnicos. Lo que lo distingue del anterior es que el trabajador no dispone de las condiciones materiales de su trabajo (el campo, los aperos, los animales de tiro, el abono, el ganado, la mina- para los mineros- con su maquinaria y herramientas, los barcos, etc.) y, como consecuencia, quien dispone del producto de su trabajo es el propietario de esas condiciones reseñadas.

En relación con la productividad del trabajo, el trabajador por cuenta ajena, va recibiendo el nombre de esclavo, siervo u obrero. El esclavo obtiene, en las fincas en que trabaja, en las minas en que se le utiliza, en los barcos en que rema, una productividad muy baja, y la parte que se le asigna para su reproducción es asimismo muy corta. El siervo acaba apareciendo con perfil propio cuando comienza a tener interés material en el resultado de su trabajo. Deberá entregar al señor una parte de lo que obtenga, pero el resto queda para su propio consumo. Mejor trabaja, mejor vive.

El obrero aparece cuando el dueño de las condiciones materiales de su trabajo se hace cargo de la ordenación técnica de las mismas. Herramientas y máquinas son proyectadas para su más perfecta combinación, introduciendo en su propia estructura, los movimientos, cadencias y ritmos que suplen, con ventaja, la sabiduría que antes se centraba en la persona del maestro u oficial de los viejos oficios. La sabiduría pasa del trabajador a la composición técnica del conjunto de la maquinaria. Ese trabajador es un obrero.

Al esclavo y al siervo le arrebataban parte del producto de su trabajo, al obrero también. Pero el siervo que hacía de pastor, era un pastor, a quien le quitaban parte de sus corderos, pero seguía siendo pastor. Al tonelero, al carpintero, al fragüero, a la modista, al carbonero, al tejero, al yesero, al vidriero, cuando su taller se convirtió en una fábrica, sus saberes se hicieron innecesarios. Se convirtieron en obreros. Se quedaron sin herramientas y sin oficio.

Este proceso de pérdida progresiva del protagonismo técnico en el proceso mismo de trabajo, se suma al de la pérdida de la propiedad de los mismos talleres que pasaron a integrarse en las grandes unidades de producción capitalistas.

Esta doble carencia, la de la propiedad de las condiciones materiales de su trabajo (que conlleva la de los productos obtenidos con él), y la del control técnico del mismo, son las dos características que convierten al trabajador por cuenta ajena, en obrero.

El movimiento obrero, por lo tanto, no es solo una protesta, una revuelta contra las malas condiciones en las que prestan sus servicios los trabajadores. Es, sobre todo, una manera de pensar los obreros.

Para mejor entenderlo, podemos compararlo con una revuelta campesina. Por ejemplo, en Rusia, en 1917 había protestas y revueltas obreras, y protestas y revueltas campesinas. Los campesinos querían y esto lo entendió muy bien Lenin, que les quitasen las tierras a los terratenientes,  a los nobles y se les repartieran a ellos. Así se hizo, y por eso, los campesinos apoyaron al Gobierno del partido bolchevique (más tarde se complicó la cosa, pero con Lenin fue así). Los campesinos solo querían seguir siendo campesinos; mejorar sus aperos, sus animales, su simiente, y lograr mejores cosechas y vivir mejor.

Los obreros, sin embargo, no tenían en la cabeza este tipo de planteamientos. Ellos partían de otras bases, arrancaban de otra situación. Los campesinos disponían de las condiciones materiales para su trabajo (tierra, arados, animales de tiro, simiente, abono) y con ellas sabían obtener los productos con los que vivían (se reproducían). Solo pedían a las instituciones (al Estado y el partido comunista que lo dirigía), que les permitieran tener más tierra y de mejor calidad (la que acumulaban los nobles terratenientes), que se les facilitara poder adquirir mejores herramientas (maquinaria), abono y simiente mejores. A cambio, pagarían los impuestos necesarios para estas mejoras y para sostener la propia existencia de las instituciones. Este fue precisamente el pacto que hizo Lenin con ellos. Los campesinos suministraban grano y carne, y recibían maquinaria, simiente y abono.

Para los campesinos, trabajadores por cuenta propia, el triunfo del partido comunista ruso, representaba para ellos mejorar las condiciones materiales en que prestaban su trabajo por cuenta propia. Por esta razón ellos apoyaban al partido comunista.

Había otro tipo de trabajador del campo, que también apoyó al Gobierno del partido comunista ruso, y eran los trabajadores agrícolas por cuenta ajena.

Una parte de ellos pasó a formar parte del campesinado, al recibir una de las parcelas en que se dividieron las grandes fincas de los terratenientes para ser repartidas, y se convirtieron así en trabajadores por cuenta propia. Otra parte de ellos siguió trabajando en la propia finca en que lo hacía, pero bajo la dirección del organismo que se hizo cargo de lo que se llamaron granjas estatales, es decir, siguieron trabajando por cuenta ajena, solo cambiaron de propietario director.

Para este conjunto de trabajadores (la mayor parte de todos los trabajadores que en aquellos años había en Rusia) la revolución bolchevique les abrió el camino hacía el cambio, hacía el proyecto que ellos tenían como propio: desaparición de sus enemigos (nobles terratenientes, usureros, funcionarios a sueldo de los anteriores), y facilidades en la adquisición de maquinaria, simiente, animales y abonos para mejorar la calidad de su trabajo y del producto del mismo.

Apoyaron al partido comunista y su Gobierno, porque les permitía ir realizando su propio proyecto, la mejora de su trabajo.

Sin embargo, este entendimiento duró lo que la vida de Lenin. Este tuvo siempre en cuenta que los campesinos y los obreros (y sus organizaciones), eran las dos patas sobre las que se apoyaba en el terreno el proyecto comunista en Rusia. No se podía avanzar un paso sin contar con estos dos elementos. Por eso Lenin, dentro del proceso revolucionario, siempre procuró avanzar paso a paso, y procurando que el paso lo dieran ambos componentes, obreros y campesinos. Y además, buscando que el paso dado lo fuera como un avance en el propio proyecto de cada grupo.

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